Como
parece imposible que sepamos la ideología de cada uno de los
componentes de nuestros grupos de wasap y mucho más aún que se
dejen de hacer “memes” en twiter, facebook y otros, creo que
sería el momento de salirse de todos los grupos y anular las listas
de difusión y las formas de compartir; pararnos a pensar y recuperar
el afecto y el respeto que estamos perdiendo con esta manía
desenfrenada de mostrarnos, casi siempre como lo expresan los demás.
Me
refiero a las gracietas que ruedan y ruedan y rodarán, especialmente
ahora que se reaviva, inconscientemente espero, aquellas dos (o más)
Españas que ha de helarnos el corazón.
“No existen hechos, sino interpretaciones”, escribía Nietzche,
afirmación que ha sido corroborada por otros pensadores y, sobre
todo, por numerosas evidencias. Pues bien, en este momento, en que no
ha habido ni habrá manera de convencer a los políticos del pepé de
nada distinto a lo que han dicho en el menospreciado parlamento; ni a
los partidarios de la moción triunfante de cualquier argumento o su
opuesto (tengan en cuenta que está Tardá); en este momento en que
el españolito informado se siente indefenso, sean sus fuentes cuales
sean; ahora es la ocasión de presentar una moción de censura contra
las redes sociales, con dos candidatos: el sentido común y la
paciencia.
Propongo
reiniciar nuestros contactos, mirar de qué o quién vamos a mofarnos
(si fuera el caso) y recuperar a los compañeros de trabajo, de
deporte, de estudios y profesión, de clubes y asociaciones, a los
familiares, a los amigos de siempre; y seleccionar la imagen, la
estupidez o el chiste fácil que los muy ociosos perpetran en
circunstancias como las actuales; y siempre.
He
visto discusiones absurdas entre personas que tenían en común
únicamente el conocimiento de su número de teléfono, pero que se
habían caído simpáticas o se habían encontrado en un pasado o en
un evento que les unía. Y es que con esta fiebre revanchista,
divisora y patriótica las diferencias, verdaderamente insondables,
han aflorado y, ahora, unos y otros quieren reírse de lo mismo o
apoyar lo mismo. Y eso no es posible.
Las
redes han conseguido separar a los cuñados antes de Navidad, han
convertido en comentaristas ilustrados a quienes sólo se mueven en
estos ámbitos y han dejado al aire las vergüenzas de cada cual,
además de las opiniones.
Por
esto, sería conveniente plantearse para qué se pertenece a un grupo
virtual, de la misma manera que nos lo plantearíamos si tuviera una
sede y una presencia físicas, porque lo que está ocurriendo, al
menos en mi caso, es que empiezo a arrepentirme de formar parte de
los clubes que han admitido como socios a alguien como yo, que es lo
que decía Marx, Groucho, claro.
HuelvaYa.es, 2/6/2018
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