Únicamente
cuando estudiaba literatura española contemporánea en la facultad
me hablaron de José Luis Tejada, pero muy de paso. También es
verdad que nunca hay tiempo suficiente y que nuestra nómina de
escritores es tan amplia que no cabían detenidamente en menos de
cien horas (y eso cuando yo la cursé, porque ahora se imparten entre
45 y 60 horas, creo). Obviamente, no hablo del bachillerato, donde ni
antes ni ahora se llega a la segunda mitad del siglo XX sin
precipitaciones ni apuntes para salvar el currículo, que no la
formación.
No
entiendo cómo se sigue confundiendo la historia de la literatura con
la esencia de la asignatura; y en esto coincido con Juan Bonilla que,
en el prólogo de la reedición de Razón de ser, del autor
que mencionaba al principio; y con tantos docentes que aman los
textos y no las fechas.
A
José Luis Tejada se le recuerda en Cádiz, y me da la impresión que
ni siquiera en el instituto que lleva su nombre, en el Puerto de
Santa María, se estudia su obra, porque esto de los poetas de la
llamada generación de los cincuenta es cosa curiosa. Por
relacionarlos, se incluye a Valente, Gamoneda, Gil de Biedma y Ángel
González, como más notables y a Ángel Crespo, Claudio Rodríguez,
Carlos Sahagún, Barral, Caballero Bonald, Brines, Félix Grande,
Fernando Quiñones, Atencia, Alcántara y otros. También se incluye
a José Hierro, pero es que desde 1947 habría que incluirlo en casi
todas las periodizaciones, lo mismo que al inclasificable Rafael
Pérez Estrada.
Las
generaciones van por barrios, modas, intereses editoriales y
provincias. Con la fertilidad de nuestra tierra, se nos agotarían
las páginas llenas de nombres.
Diferente
sería si las antologías lo fueran de los mejores poemas de cada
época y no de los personajes que, por estar en donde debían estar
en el momento oportuno, salieron en ellas. Así y todo, siendo
cualquier relación muy discutible, no comprendo que se ignore a José
Luis Tejada.
En
mis polvorientos estantes encuentro los libros que me hablaban de
estos años y estos poetas. Encuentro dos obras del estudioso José
Luis Cano: Poesía española contemporánea, editada en 1974
por Guadarrama y Lírica española de hoy, de 1983, por
Cátedra. No aparece en ninguno de ellas y eso que el antólogo era
de Algeciras (o quizá por eso).
Naturalmente,
internet lo cambia todo, hay desde un sitio personal:
www.poeta-joseluistejada.org/,
hasta muchas entradas en otras webs, que si lo buscamos por la
generación de los 50 tampoco lo incluyen.
Creo
que es justo dedicarle a este poeta la atención que merece y lo hago
ahora porque su hijo Jesús me ha dado a conocer su magnífica obra
Razón de ser, publicada por vez primera en 1967 por el
Instituto de Cultura Hispánica y finalista del Premio Leopoldo
Panero del año anterior, reeditada en una edición abreviada por la
Diputación de Málaga en 1976 y, ahora, por La Isla de Sistolá, de
Sevilla. Y me ha impresionado.
El
libro tiene cinco partes desiguales en extensión, pero idénticas en
intensidad, si bien las dos primeras parecen resumir todo su
contenido. Tejada empieza con unos versos desesperanzados:
No
hay solución. Ni a solas ni con nadie.
Somos
cosa perdida.
Los
besos dan más sed; lo he comprobado.
Amor
va contra amor.
pero
que anuncian la necesidad de un sentimiento al que teme, el desengaño
con un dios que no refleja su perfección en la obra humana y una
soledad cierta e insuperable. En esta aparente digresión, alterna lo
discursivo con lo sublime y lo cotidiano con lo universal porque,
como tantos poetas, espera salvarse con la poesía y tampoco lo
consigue con su palabra limitada, ajena e incompleta.
Es
desolador, sí, pero envolvente e íntimo; y para intentar
solucionarlo llama a esta parte con el título del libro y, para
designar la segunda, alterna los términos: Ser con razones.
Tres
sonetos explican ahora que la única razón es el amor, a los demás,
a Dios, e incluso a uno mismo; recuerda a Blas de Otero en su
interpelación del segundo poema y se funde en un todos o ninguno en
el tercero. Es decir, las razones existen, pero son difíciles o
inalcanzables, como continuará escribiendo.
Para
una persona que se ha confesado ya sola y necesitada de comunicación,
las consolaciones, como sucedáneo, pueden ser un remedio. Y así es
como llama a la tercera parte.
Empieza
pensando que la carne, en la que cree, quizá pueda llenar ese todos
que anhela, se detiene en la dificultad de amar y ser amado pero, en
su obstinación, y a pesar de su desconfianza primera, culmina el
poema con estos versos magníficos:
Anda,
encaja en tus pechos mi corazón antiguo,
vamos,
que aún sobra espacio entre nosotros,
acóplame
a tus vanos como un viento calino
y
agáchate, que va a pasar la muerte; no nos llegue a rozar.
“No
nos llegue a rozar”: Si sólo hubiera leído los dos fragmentos que
anteceden, ya intuiría que un poeta grande estaba detrás de ellos,
o mejor, en su gestación, e igualmente buscaría algo más qué
leer, porque el consuelo llega ahora con la amistad, a la que define
de manera agridulce: “como una real gana de llorar/ que no es
triste, que no quiere/dejar nunca de ser gana/de llorar” y en su
definición se extiende en símiles continuos, ensartados en versos
eneasílabos de rima aguda.
Muy
relevante es el poema “Consolación por la estirpe”, que sigue a
la “Consolación por la esperanza” y antecede a “Consolación
por la ironía”, último de este apartado, donde asegura que su
“negocio es un ocio a manos llenas” y, por eso, escribe poemas a
la patria, a la novia y a Dios, para que un público enfervorecido
consuma lo que les aplaca y les hace comprender el mundo (mentira);
porque él no hace nada, pierde el tiempo con imaginación y da por
concluido que la poesía no vale más que el fútbol o los toros, “Y
todos tan campantes. A tomar su aire en paz.” Y yo vuelvo a añadir:
Mentira.
Razón
de ser acaba con una sección llamada “Breviario de urgencia”
que, como tal, incluye tres oraciones: Por los españoles sin España,
por los habitantes de la noche y por los condenados.
En
cada uno/una se acuerda de quienes sufren algún dolor inasible, como
el de estar fuera, como el de tener que irse; aunque el poema cumbre
es el segundo, donde pide a un dios con heterónimos distintos por
el niño febril, el hombre, la viuda, la huérfana, las profesionales
de la noche, las enfermeras y por algunas referencias concretas,
difíciles de conocer su veracidad. Para todos pide consuelo, calor y
luz.
La
“Oración por los condenados” es una súplica a Dios para que nos
libre de los/sus enemigos, quienes no aman, quienes no sabían que
hacían el mal; y pide un perdón y una imagen en donde dejar
descansar una fe que vacila. Es un poema profundo, lleno de
connotaciones, que en sus primeros versos adelanta: “vengo yo a
mendigarte un imposible/porque a quién sino a ti puede pedirse
tanto”.
La
edición de marzo de 2017 incluye también “otros (ocho) poemas”,
que no desmerecen, en general, a los anteriores y que culminan con la
elegía “Cómo se muere un hombre”, que lleva la dedicatoria
“Hasta Félix Tejada, difunto”, escrito, cómo no, en tercetos
encadenados, que recuerda el Con quien tanto quería, de Hernández.
Félix era su padre.
Definitivamente,
la historia de la literatura es tan injusta como todas las historias,
quizá porque también la escriben los vencedores, si no de guerras,
de pequeños conflictos tribales donde los más avispados, o los más
ambiciosos, o los más afortunados, o los más listos, o los que
tienen más amigos (y sí, estoy usando sólo el masculino) adelantan
a quienes, como José Luis Tejada, poseen un enorme talento, pero se
dedican a sus clases, su ciudad y su familia; son coherentes, aunque
no se lleve y creyentes, aunque los tiempos hayan cambiado; y
escriben en mesas solitarias, recitan en círculos provinciales y no
menudean, insidian y mendigan otros honores, que no sean los de la
justicia poética, que no existe.
WEB de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía, 25/3/2018
http://www.aceandalucia.org/ index.php?id=noticia0&tx_ ttnews%5Btt_news%5D=29403&no_ cache=1
WEB de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía, 25/3/2018
http://www.aceandalucia.org/
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