Verán, lo de la
violencia contra las mujeres no es un problema únicamente educativo,
sino de defunciones; lo siento, pero es así y me explico: La
educación tiene beneficios a largo plazo, ni siquiera quienes
aprendieron en la escuela lo terrible de este efecto absurdo de
dominación y de propiedad han podido, en algunos casos, eliminarlo
de sus comportamientos: sus padres (él con la cervecita, ella en la
casa); sus amigos, con chistes y bromas sobre la utilidad y el
cerebro femenino seguían existiendo. La información es útil para
quien la consume y el refranero, ay el refranero. Por tanto, estamos
tratando de un problema de años, pero que tenemos que afrontar desde
ahora.
¿Creen ustedes que ese
porcentaje elevado de jóvenes que admiten esta clase de violencia no
han oído hablar contra ella en la escuela? Claro que sí, pero su
tribu le ha dicho lo contrario: “Mírala cómo va pidiendo guerra”;
“Niña, no llegues a esa hora, que si fueras un hombre, todavía”;
y muchas otras frases que todos conocemos.
Ese machismo estructural
sigue existiendo; por eso, y por ser optimistas, se podrá resolver
cuando las generaciones que han mamado lo contrario, desaparezcan.
En realidad, ha pasado
con todo, en los primeros setenta del siglo pasado un querido amigo
les hablaba del clítoris a unas mujeres reunidas en una sede
institucional; hoy, a ninguna mujer joven hay que hablarle del
asunto. En épocas también pasadas, se creía que los poemas debían
tener siempre rima, especialmente quienes no habían leído la
generación del 27 ni nada posterior; también fue desterrada esta
confusión y quienes disfrutan con la poesía, saben que la cuestión
radica esencialmente en el ritmo. Cuando aparecieron unos melenudos
de Liverpool, los mayores los menospreciaron; y así ha ocurrido
también con los conceptos de derecha e izquierda, con la moda, con
la educación y con la familia.
Nada se consigue de un
día para otro. Muchas veces, haya que dejar pasar siglos.
Esta preocupación nos
atormenta hoy porque hay un principio de igualdad, aceptado
universalmente; pero cuando los principios eran otros, nadie
culpabilizaba a nadie. El ser humano adquiere la mayoría de sus
potencialidades en los primeros años de vida, donde la familia
extensa es muy importante. Y esta familia se renueva con las
generaciones sucesivas.
No debe entenderse que
abogo por la inacción; al contrario, sino por la esperanza de que lo
que pretendemos se conseguirá a largo plazo y esos criminales se
irán reduciendo hasta su extinción (ojalá), pero hay que esperar,
hay que sembrar, hay que luchar en todos los frentes.
Siempre se habla de la
educación; y está bien, pero recuerdo que la educación no se
imparte únicamente en la escuela, sino sobre todo fuera de ella, en
lo que rodea y configura el entorno social del niño. La escuela
ayuda, pero está contrastado que la mayoría de estos sujetos que no
nos gustan ya han protagonizado episodios violentos, absurdos,
retadores y machistas en su adolescencia, en los institutos.
Allí se les ha intentado
corregir o, peor, se les ha expulsado sin más, pero no se les ha
dedicado una atención especial, más allá de socorrer o apoyar a
los/las damnificados (que son ellos también). ¿Y si se les ayudara
más allá de las horas de clase, no como causantes del mal
comportamiento, sino como víctimas?
Si la escuela es una
proyección de la sociedad, pongamos en ella todos los medios que
dedicamos en la constituida por adultos; seamos consecuentes.
No hay que dejar la lucha
contra la injusticia y la brutalidad nunca, pero desde todos las
instancias, con todos los medios, en todas las edades, pero
especialmente en las más confusas, en las más complicadas, en esas
que llaman de formación de la personalidad.
HuelvaYa.es,
26/11/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario