Confiar, lo
que se dice confiar se está poniendo difícil. Vean el soldado
Sánchez diciendo Diego donde dijo nación, el hombre más poderoso
del mundo elegido entre los americanos más tontos, el cura que sí
puso o no puso la mano donde la puso, el honorable que abrió el
bolsillo, la madre superiora que parlaba catalá, la infanta que se
convirtió en bebé, la salvadora del partido, salvándose a ella
misma, el estado moderno comulgando con pasos de molino, casetas de
feria y aparcamiento libre los días de partido o de toros, la
filosofía olvidada en el sur, los pactos educativos en los tejados
del congreso, junto al solárium, los garzones renaciendo o
hundiéndose, según se sea juez o comunista, la esperanza de los
madriles callada, el autónomo que quiere mejor educación, con los
mismos maestros que él insulta, las mamás que hacen puente, la
industria del cine que sobrevive, el cambio climático que decían
que no era, la crisis que existe y que se pasa, según aseguran; y
nosotros, los escribidores, viviendo de la no escritura.
Confiar es
lo que hicieron los santos de cualquier confesión, lo que deberían
hacer los hijos con sus padres, lo que arreglaría muchas cosas si
para empezar dijéramos Creo que lo vas a hacer bien.
No me fiaría
yo de quienes dijeron hace años que la juventud estaba corrompida,
porque aquellos que fumaban y practicaban el amor libre (como si
existiera otra clase de amor) y no sabían nada de nada son los
mismos que ahora les están curando de sus achaques viejunos; ni de
quienes vaticinaron un siglo venidero sin cultura (la de ellos),
porque, aunque no sean los tiempos mejores, aún quedan lugares y
ciudades donde se aprende con solo pasear.
Pues quizá
porque he vivido la época de unos melenudos de Liverpool, “que no
eran nadie” y hoy representan lo que representan; de unos
escritores de tantas épocas y países silenciados por sus gobiernos
absurdos; de muchos científicos que se fueron al extranjero para
salvarnos nuestras vidas; y porque he sobrevivido a siete leyes de
educación y no ha dejado de haber cirujanos, pilotos, arquitectas,
empresarios y agricultores y buena gente que tiene sus ideas claras y
hacen felices a sus demás, quizá por todo esto y más, yo sí
confío, especialmente en la juventud, con sus incertidumbres y sus
fortalezas, con sus errores y con su preparación académica, a pesar
de quienes confunden las ideas con la formación, con la religión o
con ambas.
HuelvaYa.es,
4/6/2017
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