Cuando viajábamos a
Cuba, nos sorprendía ver cómo, al salir del aeropuerto, nos
mendigaban revistas españolas; y nosotros, europeos, nada más y
nada menos, lamentábamos la ausencia de libertad. A escondidas, nos
preguntaban sobre los gobernantes y la política. No sé si seguirá
siendo así.
Otro día, sucedió un
atentado terrible en París y casi todos escribimos Je suis Charlie.
Pues como “del más hermoso clavel...el áspid saca veneno y la
oficiosa abeja, miel”, que dijo Calderón, hubo quienes aprendieron
de esa dureza y, en el marco de nuestra civilización, pensaron en
aplicarla.
Ahora no escriben Yo soy
Valtonyc (el rapero de Mallorca condenado por sus letras) porque,
claro, los de París eran islamistas radicales y el cantante no lo es
de zarzuela. Yo tampoco lo escribo explícitamente, pero porque estoy
cansado.
Tampoco soy Casandra, ni
me gustan sus supuestos chistes, ni comprendo su obsesión contra el
almirante, pero un juicio o una cárcel es la forma de represión que
siempre han tenido los estados, cuando lo habitual no era la
ejecución pública (como sigue ocurriendo en algunos). De aquí la
grandeza de poder decir lo que nos plazca, para que nos respondan lo
que les plazcan, excluyendo los medios públicos, especialmente en
los horarios protegidos.
A propósito, hace mucho
que no soporto lo necesario para saber qué lindezas se dicen en los
Sálvame, ni a qué degradación se llega en los Y viceversa, pero
estoy convencido de que si pudiera soportarlo, me sentiría ofendido
por mis seres queridos, por mis hijas, por la mujer en general y en
pro de los valores que defendemos muchas personas de este país. Así
y todo, no se me ha ocurrido denunciar judicialmente a esos
monigotes.
Está pasando como el La
familia de Pascual Duarte, en la que Cela escribe guarros y añade
“(con perdón)” mientras expone sin pudor las mayores
atrocidades.
Todos tenemos nuestro
coranzoncito y si a usted de molesta que se confunda un magnicidio
con un acto terrorista, o se critique la absurda megalomanía del
Valle de los Caídos, a otros, o a mí por ejemplo, nos ofende que se
planteara santificar a Franco, que se hablara de glorioso alzamiento
o que se siga confundiendo el abuso de poder de una agresión
machista con la disputas domésticas y violentas.
Sí, la ofensa reside en
la sensibilidad del receptor, pero el código penal debe intentar ser
más objetivo, no vaya a ser que acabemos ahogándonos en un marasmo
de querellas y, como en esa isla de hermanos que tanto demonizan esos
“defensores de la libertad”, nos vigilemos unos a otros, para
defender el honor de los muertos y de los que mandan.
A mí no me gusta la gran
cruz del Valle ni por lo que significa, ni arquitectónicamente; me
divierte El intermedio; los tuits con ingenio los agradezco, los
insultantes no los comparto, no me gusta el rap; tengo amigos que me
mandan cada día wasap sobre Venezuela, sobre los políticos, lo mala
que es la democracia y lo poco que trabajan los maestros (¡qué
sabrán!); y ni los denuncio, ni les contesto (aunque podría), ni
voy buscando adeptos para apedrearlos.
Pero si yo fuera
humorista, me detendrían.
HuelvaYa.es,
9/4/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario