Reconozcámoslo: todos
estamos ya un poco hartos de los wasap. Lo que era y es una forma
ágil de comunicarse se convierte a veces en lo que nos despierta,
nos distrae, nos molesta y si no abandonamos algunos grupos es por
cortesía con quienes nos incluyeron.
Para muchas personas
representan la vida y la conexión con el mundo; pero para otras, el
penúltimo tributo de la modernidad.
Los chistes también
cansan, pero los más peligrosos son, para mí, los usuarios que ya
eran procaces en sus palabras, que después lo fueron en las
presentaciones de los correos electrónicos y, ahora, se desparraman
y disfrutan con los mensajitos y las imágenes: No filtran, no
piensan que esas barbaridades, casi siempre infundadas y productos de
internautas ociosos, pueden herir; no calibran tu ideología o tus
creencias; y perforan tus sentimientos con la ingenua o quizá la
oscura intención de hacerte cambiar.
Cualquier estamento,
persona o situación es objeto del escarnio; cualquiera necesidad,
dolencia o satisfacción, diana de la mofa; porque no se trata de
compartir (como se llama) algo que nos hace gracia, que nos impacta o
que define lo que nos gusta, sino de enredarse en lo más visto
(viral, bien nombrado, porque de un contagio se trata) para decirte
un hola virtual, repleto de pensamientos. Y ahí está el problema.
Quienes opinamos que
asegurar que no se tiene ideología es certificarla encontramos en
estos supuestos amigos el germen de los Wilders, Le Pen o el
lamentablemente famoso DTrump, por no retrotraernos a los años
treinta: Hay que acabar con los políticos y sus privilegios, cada
uno de ellos tiene un pasado que lo inhabilita, las elecciones y los
sindicatos no sirven para nada y otras lindezas por el estilo.
No son analfabetos, pero
insisten en desautorizar todo el entramado participativo y no reparan
en si la democracia debe ser popular o representativa, si los
contratos o las viviendas deben permitir una vida digna, si la
justicia debe tener más medios; sino exactamente al revés,
propugnan una sociedad sin políticos, liberal en su peor acepción,
ejemplar en las condenas y sin posibilidad de reinserción, antigua,
anacrónica, desencantada y sin confianza en el género humano.
Son inconscientes o
malvados, creen estar en posesión de una verdad y saben que están
haciendo proselitismo, o lo parece.
Que soy exagerado, que
generalizo, pues sí, como si esto se tratara de un enorme mensaje de
wasap, como si alguna generalización fuera cierta, que ya sabemos
que no lo es ninguna, ni siquiera esta; pero, al menos, yo no intento
convencer a nadie y, como si de una carta a mano y con pluma se
tratara, pienso en el receptor y en lo que le estoy diciendo;
siempre.
HuelvaYa.es,
18/3/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario