De
Miguel Ávila Cabezas, que es un gran poeta, nacido en Granada, acaba
de ver la luz Galería de los espejos, en la ediciones Carena
de Barcelona, con prólogo que quien suscribe. El autor ya ha
publicado más de una veintena de obras de distintos géneros, aunque
mayormente de poesía.
Los espejos, en el lenguaje de la subjetividad que
utiliza la poesía lírica, se convierten en elementos repletos de
misterio. Como aquellos indios a quienes una tradición, tejida más
de fantasía que de realidades, les atribuían el asombro de verse
reflejados, el milagro de desviar los rayos de sol y otras
propiedades que a nosotros nos han sido legadas con el objeto y su
nombre, el poeta, siempre ingenuo y profundo al tiempo, se acerca a
ellos con la intención de decirnos que no sabe nada y que todo lo
presume, que una galería de espejos puede ser el testimonio escrito
del silencio y la muerte, de las presencias inasibles, de la verdad y
el tiempo.
Y
es la muerte el tema central de este poemario denso y hermoso que,
dividido en cuatro secciones, aborda la presencia de los seres que no
están, el silencio y las realidades inefables, los instantes, las
compañías y los eventos.
Podría pensarse que el libro de Miguel Ávila es un
libro triste. Simplificaríamos. Esta galería que no olvida lo que
somos está llena de hondura, de precisiones y de certidumbres, como
la de que el amor nos consuela y que las compañías y las vivencias
y el humor no son suficientes para olvidar de que caminamos hacia la
muerte y que quizá sólo la poesía, el creer en lo inasible, pensar
que el silencio, la enajenación por la belleza o el sabernos
presente nos puede salvar de esa imagen que nos devolverán los
espejos, cualquier espejo, como ese que nos acompaña mientras
viajamos por todo el universo.
HuelvaYa.es, 28/01//2017
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