Se
dice que Cervantes pensaba que La
Galatea
sería su mejor libro pero, como se sabe, en la literatura y en todo
las valoraciones dependen de factores diversos. De lo que no cabe
duda es de que en esta obra es donde se convierte en un irreductible
defensor de la poesía. Lo hace desde la dedicatoria y el prólogo,
donde comenta que su cultivo requiere un intenso esfuerzo y la
califica de “virtuosa sciencia”. Más adelante, cuando Calíope
aparece en el libro sexto, la menciona además como virtud y como
alegría. Y también se queja, ya entonces, de su abandono.
Si
se cultivara la poesía, escribe, el poeta adquiriría capacidades
para mayores empresas, perfeccionaría la lengua castellana, sus
versos podrían ser imitados y divulgados y se ganaría en dulzura,
gravedad y elocuencia; lo dice Cervantes, aunque podríamos
suscribirlo hoy.
En
el interior de La
Galatea,
tanto en prosa como en verso, no dejan de hacerse consideraciones
sobre la poesía en general. Así, de acuerdo con las ideas
petrarquistas, se indica que brota de la mujer y del sentimiento
amoroso que por ella experimenta el hombre: “Él lamorí me ftmerya
y ella [hermosura de la dama] mueve” y se citan numerosos poetas de
la época.
Pero,
siguiendo el destino de los grandes poetas, Cervantes no fue un
hombre con suerte. Pedro
C. Cerrillo, en “El
valor de los versos del Quijote” escribe: “Fue a triunfar como
novelista, y no como poeta o como dramaturgo, que eran los géneros
literarios que daban prestigio a un escritor en la Edad de Oro.
Piénsese que los literatos que pertenecían a la nobleza o a la
Iglesia, los dos estamentos sociales más poderosos -junto a la
monarquía claro está-, de la España de aquellos años, no
cultivaron la novela, un género todavía joven entonces. En la Edad
de Oro, cualquier escritor que se preciara como hombre de letras,
tenía la obligación de escribir poesía; de hecho, había géneros
(el teatro siempre y algunas modalidades de novela, como la
«pastoril») en los que el verso era parte sustancial de los
mismos”, como ocurre en La
Galatea.
Y
por esto, escribió en verso sus diez obras de teatro más extensas,
dos entremeses y numerosas composiciones, sueltas unas (publicadas en
cancioneros de la época) y esparcidas por sus novelas otras. Las
estrofas empleadas recorren una amplia gama: coplas de arte mayor,
canción trovadoresca, sextina, octavas reales, canciones, sonetos,
tercetos encadenados, liras, endecasílabos de rima interna, coplas
castellanas, coplas reales, letrillas, redondillas, etc.
La
prueba de su importancia como poeta son los estudios que los
hispanistas han hecho de su obra: José
Manuel Blecua, Elias L. Rivers, Manuel Criado de Val, Alicia Pérez
Velasco, Marcella Trambaioli, Francisco López Estrada y María
Teresa López García-Berdoy y muchos otros.
Y
esta evidencia de cantidad y calidad, aniversario y sensibilidad, va
Ángel Corpa y se fija en este autor tan conocido y desconocido al
tiempo.
En
sus recitales, venía incluyendo algunas de sus composiciones y
recordándonos, al tiempo que cantaba a Neruda o a Benedetti, que nos
estábamos olvidando de un gran poeta.
Ahora,
en esta nueva etapa, afronta un disco nuevo con una perfecta
adaptación al espíritu y a los horizontes cervantinos, una
aportación a la literatura y a la música que nos llega de la mano y
de la voz de Ángel, para el disfrute de quienes sepamos apreciarlo y
para justicia de esos libros que nos hablan antes de Argel que de los
sufrimientos de Elicio, o de aquellas otras obras de 1580, como la
Diana
de
Montemayor o la Diana
enamorada de
Gil Polo, que eclipsaron La
Galatea.
Cervantes
tuvo la intención de publicar la segunda parte, pero no lo hizo. A
nosotros, con estos versos que, versionados por Corpa, podremos
rescatar en Las Cocheras del Puerto, en Huelva, el lunes 19 de
diciembre y en Sevilla, el 20, en el Teatro Central, nos ha dejado
satisfechos. Satisfechos y curiosos.
HuelvaYa.es, 17/12/2016
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