Uno no deja de
sorprenderse, por mucho que a ciertas edades lo que toca es decir
todo lo contrario. En esta época de piscinas y semidesnudos, hay que
convivir con los cuerpos ajenos y los propios (siempre sometidos a
las críticas más feroces) y con el fenómeno no nuevo, pero ya casi
general de los tatuajes.
Recuerdo cuando quienes
vivíamos cerca de la mar veíamos llegar a los marineros, tostados,
curtidos y con alguna sirena o un nombre de mujer en sus brazos: Fue
un amor de aquel puerto de Sicilia que me robó el corazón, o
representa mi compromiso con el mar o con la mujer que no puede
conseguir, o mi vida, o Penélope. Y un ancla.
Ahora ves nombres como
Yénifer o Vanessa, el yin y el yan, en quienes no saben qué es el
Tao, fechas, dragones, serpientes y la abuela muerta (no exagero),
símbolos como el de infinito, aves, cruces, estrellas, mariposas,
atrapasueños, frases literarias y elementos exóticos, sobre todo
orientales.
En
realidad, yo no tendría nada que decir si quienes se tatúan un
motivo maorí, supieran por lo menos en qué continente están las
islas de su procedencia, o si hablamos de islas; y si quien escribe
sobre su cuerpo “Hope is the only
bee that makes honey without flowers” (La esperanza es la única
abeja que hace miel sin flores), supiera inglés o apicultura, o
hubiera tenido algún revés importante en su vida.
Estoy
en contra de la trivialización, de lo que se convierte en moda y
empezó siendo una seña de identidad auténtica, de las
modernoestupideces y de mezclar la pipa venerable del lobo de mar con
la cachimba de los neoadolescentes.
Hay
dibujos magníficos, representaciones de cualquier deidad, de
cualquier filia y un culto al cuerpo narcisista y desmesurado tras
esa imagen que se pretende perpetuar, como si las cosas no cambiaran,
como si no se tuvieran varias novias, como si nuestros gustos fueran
siempre los mismos.
Esta
ingenuidad enriquece a algunos dibujantes mediocres y supongo que
servirá también para intimar: “Hoy no puedo resistirme a terminar
de leer esa frase que recorre tu vientre, amor”, pero es otro de
los signos de los tiempos que me desagradan.
-¿Quién
es Mariluz?
-El
nombre de mi hermana, a quien adoro.
Y
yo pienso que aún no se han enamorado del mismo hombre, que aún no
han tenido cuñados, que aún no han recibido una herencia. ¿Qué
pasará entonces?, ¿qué
pasará cuando el escultural atleta recordado aumente al tiempo que
aumenta el abdomen en donde fue grabado?
Como
moda es tan aceptable como las hombreras, las barbas, el amor libre o
el pipermín, pero es la apropiación de algo serio lo que me
disgusta, la banalización para el consumismo, la engañifa y el
querer ser lo que no se es: Hoy llevar un tatuaje no significa
absolutamente nada.
HuelvaYa.es, 5/8/2016
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