Nuestra lengua concede a
la palabra sobrevivir la acepción de “vivir después de la muerte
de una persona o después de un determinado suceso”, además de las
otras que conocemos; sin embargo, no registra el término posvida
que, desde mi punto de vista muy experimentado, está en relación
con la primera.
Uno puede sobrevivir
(hablando de humanos) a alguien con quien estaba íntimamente
relacionado, con quien convivía en su sentido etimológico de vivir
con; por ejemplo, a su esposo o esposa; uno fallece y el otro le
sobrevive. También se puede usar como la descripción de algo que
acarrea la superación de grandes dificultades, por ejemplo; “una
mujer de setenta y dos años sobrevive en el desierto comiendo
plantas” o “sobreviven con doscientos euros al mes”. Y, en
todos los casos, el prefijo está indicando que esa vida que se tiene
no es ni la que era ni la que debiera ser.
Sobrevivir
hoy es más común de lo que parece: Empleos precarios, con sus
sueldos correspondientes, política precaria, secuestros, deshaucios,
dramas familiares y situaciones que colocan a sus protagonistas en el
deber de luchar, desde la existencia, para lograr algo de vida.
Y
de ahí la palabra que mencionaba al principio: posvida. Se la oí a
Fernando Savater, en la radio y se refería a lo que él hacía, o lo
que la vida había hecho de él, tras la muerte de su esposa. Sí que
escribía, sí que daba conferencias y sí que se aseaba y se vestía
(supongo, porque no continué escuchándole), pero esta etapa estaba
tan anclada, tan condicionada, tan incardinada en la anterior que,
sin su compañera, no podía utilizar “vida” para denominar la
misma realidad.
Y
esto es lo que pasa, los felices por presencia, ausencia o profesión
hablan de “rehacer” y no saben que los jarrones de la dinastía
Ming no tienen arreglo y pierden todo su valor cuando un vendaval
torpe los estampa contra al suelo y sus pedazos de alma quedan
esparcidos por la habitación, por las habitaciones.
Porque
si Lope describió el amor en su conocido soneto “Desmayarse,
atreverse, estar furioso” (que siempre recomendaré), ahora cabría
cambiar los dos últimos versos para indicar lo que es
asolar lo que antes fue un jardín: “dar
la vida y el alma a un desengaño; / es la posvida, quien la probó
lo sabe”.
Por
cierto, esta palabra no puede encontrarse en google, porque la
creencia general es que únicamente se muere cuando se expira. ¡Hay
que ver qué pocos sabemos los humanos!
HuelvaYa.es, 4/6/2016
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