Lo parece, pero no es una opinión
política, o no pretende serlo. Sé que la respuesta resulta obvia: banqueros,
Iglesia, colegios privados, empresarios, periodistas y jubilables; sin embargo,
no me refería a quienes ya le temen, sino a quienes por una de las razones
siguientes le pueden llegar a temer.
1ª)Los adictos a la televisión,
porque su imagen aparecerá día y noche, invierno y verano, vacaciones y fiestas
de guardar (es un decir, en ese contexto) en programas de noticias, debates,
concursos literarios y científicos, parlamentarios, de cocina, de misterio, de
investigación, de deportes y de opinión; además del probable canal “Iglesias
responde” o “Yo, Pablo” que, seguramente, tendremos en las horas de máxima
audiencia, esas que llaman “prime time”.
2ª)Quienes intentamos enseñar que la
comunicación lingüística debe contener, además de rigor, sencillez y claridad: Y
añadimos que hay que respetar al receptor, dirigirse a él con mesura y esperar
sus respuestas, para continuar con un proceso que tiene que ser, para que
merezca ese nombre, recíproco.
3ª)Los anunciantes, que verán
reducidos sus espacios.
4ª)Los diseñadores de ropa, los
peluqueros y los dentistas aunque, a la larga, el efecto contrario pueda
beneficiarles.
5ª)Quienes confiaban en los
profesores universitarios.
Quienes no le temerán serán quienes
ya se han enterado de que en este país hay casi cinco millones de personas sin
trabajo, que los mini empleos son precarios, que ya llevamos nueve años de
crisis económica, que los pequeños comercios van cerrando ante las grandes
superficies y las multinacionales, que sigue habiendo quienes buscan comida en
los contenedores, duermen en la calle y van a comedores sociales, que la
corrupción nos está minando la confianza y la dignidad colectivas y quienes hemos
aceptado que no somos una nación ni justa y ni solidaria.
Por cierto, en mi afán insistente de
recordar que los smarphones sirven, además de para chatear, para hablar también
y para buscarlo todo, la pregunta del título, pero formulada en presente
aparece veinticuatro veces hasta ahora, aunque irá aumentando y únicamente contendrá
apreciaciones políticas.
Las que anteceden no lo son, al menos
en exclusividad, porque parten de la ceguera voluntaria, de las egolatrías, de
las ambiciones sin límite y de la fragilidad ante quienes no han sabido
representarnos. Obviamente, con dirigentes distintos otra cosa sería Podemos
pero, como en todo, tan importante como la certeza de los diagnósticos y las
fortalezas posibles de los programas son las manos de los cirujanos
protagonistas que han de intervenir (qué bien traído) a los enfermos.
Yo creo que hay que operar y comparto
la detección de los síntomas, pero no
quiero entrar en ese quirófano.
HuelvaYa.es,
11/6/2016
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