Eran
sitios de paz, recogidos, serenos. Allí se respiraba el halo de lo
sobrenatural, la complicidad del silencio y un frío que recordaba la
ultratumba. Después, los rayos de sol forzaron los volúmenes y unos
colores imposibles pintaron de nuevo la altura de las cúpulas. Era
la Casa de Dios, las casas de Dios, los templos, enclaves sagrados
donde el género humano meditaba u oraba, desde la pequeñez. Sin
duda, además del más grande, era también el lugar más hermoso.
Pero
también el progreso es ciego y
la arquitectura moderna, liberada de la tradición eclesiástica que
le imponía disciplinas y cánones, decidió invadir aquel regazo de
la espiritualidad, que antaño se dedicaba a rezar y a oír los
responsos del ministro, para hacerlos objeto de su espíritu creador,
innovador, transgresor, vanguardista. Y se rompió el encanto.
Asplund,
Wright, Le Corbusier y muchos otros comprendieron que no se podía
violentar la luz y el espacio. Véanse si no La
capilla del bosque, la Iglesia unitaria, Ronchamp
o cualquiera de las iglesias del Alvar Aalto; pero sus seguidores,
basados más en el pensamiento laico que en las enseñanzas de los
maestros, fustigaron al orbe con productos que no invitaban a la
oración ni al respeto, y que no se distinguían en ocasiones de un
auditorio civil o de un mercado de abastos.
Donde
no había una iglesia, ermita, abadía o priorato, hicieron nacer un
engendro que dejó admirada a la feligresía, y no de fervor,
precisamente. Las proporciones se hicieron distintas, la naves
circulares, dejó de oírse con claridad al predicador, entraron los
micrófonos, los altavoces, el hierro, el minimalismo, los cristos a
dieta. Y se argumentó que todo eso era la inequívoca voz de los
tiempos.
¿Se
han fijado en esa construcción rara con campanas? Pues es una
iglesia. No será inmortal, no permanecerá enhiesta muchos siglos
pero, si en el futuro alguna excavación descubre sus restos, hablará
igualmente de quienes la construyeron: personas con el atrevimiento
de la ignorancia, que no entendieron sus propias raíces y que no
aportaron nada al acervo y a la cultura de su pueblo.
HuelvaYa.es, 18/06/2016
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