Hace
apenas un año, se publicó una foto, tomada en el Rijksmuseum de
Ámsterdam, en la que un grupo de adolescentes estaban enfrascados en
su teléfonos móviles, sin apreciar el cuadro que tenían a sus
espaldas: “La Ronda
de Noche”, una joya de Rembrandt.
Se
armó un gran revuelo, porque los comentarios generales, cuando no la
estupefacción, eran que Vaya generación; Menudo
futuro nos espera; qué pena, lo enganchados que están; Con tanto
smartphone no se fijan en lo que tienen delante; No se sabe apreciar
el arte y la belleza; Ya no hay comunicación y otros por el estilo.
Pocos repararon en otros aspectos. Esos niños no están tan lejos de
que lo que hacemos nosotros: Grabamos los viajes, los cumpleaños,
los nacimientos, usamos facebook, twiter e instagram y es lo que se
puede ver a diario en la sala de la Mona Lisa en el Louvre, en un
funeral de Estado, como el de Mandela, donde Obama se hizo una
autofoto, lo que veremos en la ceremonia de los Óscar y lo que cada
día se ve en Pasapalabra, por ejemplo.
Así
puestos, por qué no podríamos haber pensado que estaban comunicando
la experiencia sensorial única que habían experimentado, o que
consultaban www.rembrandthuis.nl/en,
o que comentaban a sus familias que estaban impresionados o,
sencillamente, que tenían la aplicación que les explicaba cada
rincón del museo.
No
lo habíamos pensado porque, en situación parecida, nosotros nos
hubiéramos quedado embobados con la sensación de movimiento y vida
que trasmite, con los colores sombríos y vigorosos, con el recuerdo
de Caravaggio, con la milicia del capitán Frans Banning Cocq o con
la duda de si de verdad era de noche, sin reparar en nada más y sin
ganas de hacer otra cosa que sentarnos delante y admirarlo. Y esto es
lo que pasa, que quienes no hemos conseguido integrar los smartphones
en nuestros aprendizajes somos nosotros y, por esto, la imagen nos
parece una brutal contradicción.
Los
ordenadores llegaron de la misma manera, tecnología que arrinconaba
las románticas máquinas de escribir, los apuntes convencionales,
las fichas a mano y el correo postal; hoy es una práctica habitual
que nos facilita la vida. Después, llegaron los móviles y,
omitiendo el proceso, hoy los llevamos todos. Ahora hemos entrado en
otro avance, que debe gestionarse como lo que es, una oportunidad de
estar en muchos sitios, con muchas personas e interactuando sin
geografías ni lenguas. Y habrá que empezar a aprender para poder
enseñar a nuestros menores la enorme cantidad de usos educativos que
pueden tener sus aparatitos.
“Demos
tiempo al tiempo: / para que el vaso rebose / ha de llenarlo
primero”, escribía don Antonio Machado en sus “Proverbios”;
pues démonos tiempo, aprendamos para saber y para enseñar y
pongamos las tecnologías a nuestro servicio.
HuelvaYa.es,
24/1/2016
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