Se
ha desprestigiado el término diálogo, utilizado por unos políticos,
temerosos de enfrentarse a quien disiente, o de manifestar
públicamente sus ineptitudes; por una televisión de zafios y
tramposos; por los intransigentes, que lo han reclamado para explotar
como claudicación que se acepte la primera de sus condiciones; y por
un gobierno torpe y fiel que, en un alarde de docilidad, ha condenado
la esencia del parlamentarismo. Nos hemos quedado sin solucionar los
problemas, todos encima de la mesa y con la amenaza de consentir en
que el único valor posible sea la macroeconomía.
Por el contrario, ha
aparecido la política televisiva o viceversa, donde conviven los
ingenuos con los trileros y los antiguos papeles se han cambiado por
vídeos efímeros. Nada es como era, ni como debiera ser. ¿Por qué
no un programa semestral con el título “Donde dije Diego digo...”
para desenmascararlos?
Quizás, así las cosas,
quienes aún creemos en las palabras y en la palabra tendríamos la
esperanza de que alguna vez se quedarían desnudos los mentirosos y
en evidencia los incautos y podríamos votar a quienes hubieran
superado esa criba tan necesaria.
HuelvaYa.es, 23/05/2015
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