Este jueves, 7 de mayo,
la poeta Clara Janés ha sido elegida miembro de la Real Academia de
la Lengua Española, para ocupar la silla «U», vacante desde el
fallecimiento de Eduardo García de Enterría, el 16 de
septiembre de 2013.
Que la R.A.E. haya
elegido a otra mujer –elección, no nombramiento- es una buena
noticia, porque en la docta casa los académicos se seleccionan
exclusivamente por sus méritos: se produce una votación del Pleno,
se exige mayoría absoluta y si no se consigue, vuelve a convocarse
la plaza; no como en la política, llena de dedazos, codazos, cuotas,
pactos e im-pactos.
Clara
Janés, avalada inicialmente por Luis María Anson, Margarita Salas y
Soledad Puértolas, se impuso a Fernando Galván, rector de la
Universidad de Alcalá de Henares y ha escrito
poesía, novela, biografía y ensayo. Es, además, traductora de
varias lenguas, sobre todo de la checa y entre los galardones que ha
recibido destacan el Premio Nacional de Traducción en 1997 por el
conjunto de su obra, el Premio Ciudad de Barcelona de Ensayo en 1972
con “La
vida callada de Federico Monpou”; y
fue finalista, ese mismo año, del Premio Café Gijón. Ganó también
el Premio Ciudad de Barcelona de Poesía en 1983 con “Vivir”.
De
todas formas, sería
deseable que se dejara de celebrar en los medios de comunicación las
presidencias, los altos cargos o las consejerías alcanzadas por las
mujeres, como algo excepcional; sobre todo porque lo verdaderamente
excepcional sería que a estos puestos accedieran también las
mediocres, como ha ocurrido hasta ahora en el mundo masculino; y
entonces empezará la normalidad.
Por eso todavía cuando
otra mujer acceda a un sillón de cualquier Academia, gane un gran
premio o consiga ser presidenta electa de un gobierno, muchas
personas, se alegrarán, como lo hago en este momento, y pensarán
que, poco a poco, paso a paso, se siguen rompiendo esos techos de
cristal que, como confesaba Carmen Iglesias hace unos años, impiden
que muchos seres humanos de gran talla intelectual puedan ser
admirados, sin huella alguna de discriminación, por su valor, por su
trabajo y por su esfuerzo. No olvidemos que muchas mujeres,
encasilladas en su noble papel de amas de casa, son las principales
ideólogas del sexismo social y lingüístico.
Independientemente
de las consideraciones anteriores, para mí el valor de esta noticia
reside sobre todo en que Clara Janés es poeta y que, gracias a ella,
podemos leer en español las obras de Vladimir
Holan, Jaroslav Seifert, Nathalie Sarraute, Katherine Mansfield;
además de William Golding, Marguerite Duras y otros autores más
conocidos.
HuelvaYa.es,
09/05/2015
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