Como en esta
campaña electoral de tira la piedra, encaja y responde, habla y
levanta la voz, promete y promete se dejará, como viene siendo
habitual, lo más importante sin decir, utilizaré esta columna para
hablar de lo que todo el mundo piensa que es lo esencial y muy pocos
nombran: la educación, origen de todas las virtudes y de todos los
males; y aprovechando que no he pertenecido ni pertenezco a ningún
partido político.
1.Creo en
una educación que forme en valores y en un ejercicio responsable de
la libertad.
2.Creo que hay que
fomentar la estima, el respeto y el prestigio social que merecen los
profesores y profesoras, imprescindibles para alcanzar una educación
de calidad. No es lógico culpar a la educación de todo y no exigir
que sean los mejor preparados quienes se encarguen de ejercerla.
3.Creo en la necesidad
de la colaboración entre las direcciones de los centros, las
familias y el profesorado. El objetivo común debe aunar esfuerzos y
reivindicaciones.
4.Creo en el respeto
absoluto a la elección de los padres y madres y a sus convicciones
morales, sin que esto merme la optimización de los recursos públicos
y su planificación.
5.Creo que siempre hay
que escuchar a los estudiantes y asegurarnos de que ellos se sienten
escuchados. Ninguna persona aprenderá a hacer lo que no han hecho
con ella.
6.Creo que para que la
más importante empresa, que generará todas las empresas
posteriores, funcione y produzca cuanto queremos hay que apostar por
la figura del líder pedagógico, con autoridad, formación continua,
respaldo de la administración y reconocimiento de su tarea
importantísima.
7.Creo en la formación
de los padres y madres para una mejor y más efectiva participación
en la educación de sus hijos en la familia y en la escuela.
8.Creo en la pluralidad
de modelos educativos, para que se pueda optar por el que se
considere más conveniente, sin menoscabar la dedicación preferente
de los fondos públicos a la escuela pública.
9.Detesto cualquier
injerencia ideológica, venga de donde venga.
10.Propongo centros
educativos que sean, y así lo reflejen en sus proyectos educativos,
ambiciosos, que busquen mejorar cada curso, abiertos, sedes de la
cultura y el encuentro ciudadano del entorno.
11.Aspiro a que todos
seamos pluralistas y no discriminadores, de manera que no se excluya
a nadie por su procedencia, raza, religión, ideología o nivel
económico; y también porque se ha de capacitar al alumnado para
vivir en un mundo en el que toda persona respetable sea digna de
respeto.
12.Creo en una gestión
democrática de los centros; en una escuela pacífica, que busque la
convivencia en armonía y la resolución nunca violenta de los
conflictos; y exigente, en aras de perpetuar la excelencia, entendida
como el nivel máximo posible y deseado por cada individualidad.
Y finalmente, como aquel
ministro de educación que fue Ángel Gabilondo, creo en un gran
pacto educativo y que “las convicciones hay que llevarlas a los
presupuestos”.
Si alguien firma este
programa, aunque solo sea durante los días de campaña, le ruego que
me inscriba inmediatamente en su organización, para colaborar y
llevar a la práctica todos y cada uno de esos principios durante
cuatro años, excepto el pacto que ha de durar varias generaciones.
El país que todos queremos lo necesita.
(HuelvaYa.es, 14/03/2015)
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