La permanencia del teatro en el tiempo, a pesar de los avatares, puede radicar en que genera una excitación de los sentidos, informa, produce pena o placer, risa, hace pensar y permite expresar y expresarnos, ser la conciencia de los demás y la nuestra, amar y morir ficticiamente (como nunca podríamos hacer en la vida real), representa y es, al tiempo, la misma vida; y no lo es; es su afirmación y su contradicción: es el ser humano. Y en esta demostración especular se basa parte de su imperiosa exigencia.
Ayer
estuve en el teatro Quintero, de Sevilla; ese lugar tocado por la
mano del que fuera loco de la colina y que conserva un aire cultural
distinto e inequívoco y una apuesta por el arte, que no cae en lo
que conocemos como alternativo. Es un teatro, pero también un café
y una escuela y varias cosas más que ocupa, como se sabe, lo que un
día fue el cine Pathé en la céntrica calle Cuna.
Pero
no fui a ver el espacio, aun interesante, sino una obra escrita por
dos jóvenes, Rodrigo Ponce de León y Helena Sevine, que son además
los únicos actores y dirigida por Gonzalo R.Arrola. Lejos de
comentar la estupenda dirección y una interpretación sobresaliente,
las hojas de mi ventana han encontrado en este aire un sabor nuevo
que merece el comentario.
La
obra se llama Siempre
nos quedará Villanueva y,
al igual que el título nos retrotrae diálogos cinematográficos, el
ingenio y la actualidad nos devuelven con humor a un presente tan
real, como dramático: banca, engaño, deshumanización, redes
sociales y actualidad.
Rodrigo
es un todoterreno que se mueve en las tablas con gran soltura y con
una gracia que no viene en los guiones y Helena es un descubrimiento,
sencillamente encantadora, de la que hay que esperar muchísimo. Y
ellos han apostado por esto, por un trabajo en que la subida del IVA
ha pasado del 8% al 21% y ha repercutido en los espectadores y en una
época en la que las enseñanzas de arte dramático no pasa por su
mejor momento. Pues llenaron la sala en la función del estreno.
Este
mismo día se representaban en Sevilla La
ventana abierta,
en la Sala 0; Poncio
Pilatos,
en el Castillo de San Jorge, La
cantante calva,
en La Fundición; Pinchando
a Shakespeare,
en La Imperdible; Multiverse,
en el teatro Central, se presentaban libros, como La
isla del padre,
de Fernando Marías; había un concierto de Revólver,
en Fibes; coincidían los cierres de campaña electoral de todos los
partidos que se presentan a las elecciones andaluzas y numerosos
eventos más. Pues colgaron el deseado cartel de Entradas agotadas.
Siempre
ha habido locos que han hecho del teatro su
razón de vivir,
algo que les hace sentirse satisfechos y felices con la dirección
que han elegido para crecer y para creerse y creernos. En ese grupo
están hoy los nombres anteriores y Rosario Grande y Ana Sosa y hay
que agradecer a estos audaces, que no lo son del deporte ni de la
economía de riesgo (bueno, un poco sí), que persigan sus sueños,
porque su osadía es nuestra osadía y su éxito se convierte, en la
intimidad, en parte de nuestros éxitos.
Ni
el teatro ni los benditos cómicos van a menos, aunque a veces la
ceguera política o sus intereses intenten arrinconarlos. Se llaman
“Alas negras producciones” y yo, esperanzado, aviso.
(HuelvaYa.es, 21/03/2015)
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