Lo
he dicho muchas veces: Todas las generalizaciones son falsas. Incluso
esta. Y aunque la frase no sea mía y me disguste que se me hayan
adelantado, la asumo como tantas cosas ajenas, libros escritos,
acciones, intenciones y sueños. Pero así vivimos, usamos palabras e
ideas impropias, como piezas de desguace, para construir nuestro
vocabulario y nuestra ideología y, no por esto somos imitadores ni
plagiamos nada, sino que aceptamos las reglas de un juego en el que
está permitido apoyarse en los demás para seguir adelante.
Estos
otros son los creadores de todas las áreas, a los que les debemos el
progreso y las maneras de expresarnos, a los que les pertenece el
honor de la invención, el descubrimiento o la formulación primera.
Ya lo decía G. Papini en Gog, “Nada es mío”. Y así, no
deben entenderse las generalizaciones como tales si no hay una
mención explícita de su ámbito. Es decir, en la frase “los
hombres son más torpes que las mujeres”, no se incluye a Eistein;
y en “el pueblo siempre lleva la razón” no cuenta con las leyes
electorales, hechas por políticos consensuados que sí se equivocan
(por ser benévolos).
En
mi antigua colaboración “Gente con perro”, en un diario de papel
de mayor difusión, hace varios años, alguien entendió que mis
afirmaciones se referían a la totalidad y, por lo visto, la hizo
circular por la red para que se me replicara severamente y me
llamaran de todo, desde insensible, a mal contribuyente. Quedé muy
agradecido; pero insisto públicamente en que los enunciados tienen
muchos matices y que si yo no supiera que en todos lados hay gente
que hace las cosas bien y otra que las hace mal, me tropezaría con
una o con otra cada vez que manifiesto una opinión. Pero ya se sabe
que hay temas más sensibles que otros y colectivos que se ven más
fácilmente atacados.
La
ocasión sirvió para que comprobara que quien tiene un perro en su
casa es capaz, al generalizar, de confundirse con la especie que
tiene a su cargo. Y yo que creía que ocurría al contrario.
Hoy,
en plena celebración del descubrimiento de las américas, colombino
exiliado, pude comprobar, en mi larga estancia en México, que en
esas tierras de ultramar (según se mire, claro) hay todavía quienes
creen que fui yo mismo, o usted, quienes nos amancebamos con la
mismísima Malinche y siento lástima de no pertenecer a ningún otro
gremio que el de los seres humanos, al menos que yo sepa.
Sobre
todo para poder sentirme afectado, de vez en vez, cuando se
generalice.
(HuelvaYa.es, 02/08/2014)
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