No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


martes, 3 de junio de 2014

Egalité

 He contado alguna vez que mis ideas sobre la igualdad de los seres humanos fueron matizadas sustancialmente tras una larga temporada laboral en la periferia de Sevilla: Me quedó claro que las diferencias que importan son las culturales. Las otras se quedaron, desde hace mucho tiempo, para quienes solo valoran a los demás por sus intereses. Ni las razas, ni la posición económica, ni la edad, sino la forma de actuar, de contemplar la vida, de tratar a los otros, de respetar y respetarse eran las variables que marcaban las similitudes o las discrepancias. Obviamente, nunca he admitido una cuantificación en la calidad del ser humano, ni siquiera a partir de aquella experiencia.
Hoy recuerdo aquella revelación a propósito de los conflictos en asuntos migratorios y, especialmente, ante la escalofriante revelación de Jean-Marie Le Pen: “El Ébola puede solucionar el problema de la inmigración en tres meses”. Ante tal barbaridad, que con toda seguridad aplaudirán su hija y simpatizantes, cabe preguntarse que quiénes están más lejos del género humano y qué “invasión”, como él la llama, puede llegar a ser más peligrosa.
Las diferencias entre las personas no son esenciales y pensar que un ser supremo colocó a cada uno en su sitio, hace dudar de ese ser omnipotente que, para serlo, debería ser justo y de los fieles que puedan comulgar con ese principio: Nadie merece menos respeto que nadie.
Algo distinto son las ideas particulares que, como se ve, no todas son respetables, contra lo que reza un dicho popular sin base lógica. Que haya libertad de pensamiento no implica que haya que admitir todos los resultados, aunque sí el derecho a ejercerlos.
Entonces, qué se puede hacer con la inmigración. Para empezar, no hacer nada en contra. Este fenómeno que, sin duda, ha fomentado la pobreza, el caciquismo, la comunicación global y el insaciable incremento de los explotadores debería plantearse desde el punto de vista de una realidad y no para evitarla, sino para canalizarla.
Que los poderes fácticos y reales no están por la labor, que los gobiernos tienen otras prioridades, que la inutilidad y la impiedad van juntas a veces, pues seguramente sí pero, por desgracia, yo no tengo la fórmula, me faltan datos, me falta conocimiento; aunque sí sé lo que quiero, que a ningún ser humano se le menosprecie y se le ningunee, basándose en algo tan arbitrario como la aleatoriedad de su lugar de nacimiento.
       
                                                                                       (HuelvaYa, 31/05/2014)






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