Se está viviendo un
fenómeno curioso con Elvira Sastre y la poesía, que tanto monta.
Resulta que la joven, que
es de Segovia, ha implantado en los corazones adolescentes dos
semillas redivivas: El verso claro, sin retórica vana, directo y
sencillo y el amor o, mejor dicho, la conciencia del amor.
Tiene más de once mil
doscientos seguidores en twiter, el día que escribo esto que, de la
misma manera compulsiva que ella publica sus tuits, retwitean todo lo
que escribe. Y va haciendo bolos por el territorio nacional, con su
Adriana Moragues; y llenando salas, no siempre tan alternativas.
Esta semana ha estado en
Granada, en el Festival Internacional de Poesía, participando en una
lectura con poetas de distintas nacionalidades, en el hotel de los
Patos y firmando ejemplares en la Feria del Libro. Después ha
llenado La Tertulia, lugar con gran historia, donde ha reunido a más
de setenta personas, con una edad media de veinticinco años. Y me
cuentan que la gente escuchó las cálidas canciones de la Moragues y
la palabra de Elvira, sin artificio, leída, sin otra pretensión que
la de comunicarse con sus más fieles receptores; y que hubo momentos
de emoción y belleza.
Durante unos días había
leído su poemario: Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo,
prologado levemente por Benjamín Prado y publicado por la editorial
Lapsus Calami, que entiende de estas apariciones; y el libro es más
extenso y reiterativo que ella misma, que destila concentración y
pasiones.
El gran acierto de la
poesía de Elvira Sastre, bendito acierto, es haber conectado con los
jóvenes quienes, por lo que después he leído, se han soltado
también sus melenas, especialmente ellas y han dado rienda suelta a
sus tribulaciones amorosas y a sus desengaños, describiéndolos en
un papel.
Pero hay un acierto más
y es que la gente ha empezado a mostrar sus sentimientos, es decir,
su humanidad, en poemas, vídeos, trinos y canciones. Y ha usado
todos los canales que la tecnología actual le permite: blogs,
youtube, instagram, trumble, google+, twiter y facebook; y alguno más
que habrá por ahí.
Este “Hay vida sin
televisión y sin teléfono” (aunque luego se use para conectarse y
estar conectado) es también “mérito de las musas” (los
seguidores de Elvira saben de qué hablo) y se han multiplicado las
ediciones del libro citado, las de otros como El sexo de la risa,
de Irene X, publicado por Origami y también, esta misma semana,
Elvira acaba de ha publicar Baluarte, en Valparaíso
editorial, su segundo libro. Va muy rápido; dice que “es idéntico
en esencia, pero distinto en contenido”. No sé qué quiere decir
con contenido pero, sin la devoción cuasi mística, adictiva y
erótica de sus muchas seguidoras y seguidores, lo leeré con gusto
y, con una opinión más formada, elaboraré un trabajo más serio.
A la espera están una
decena de poetas menores de treinta años que, con folios en las
manos (¡qué tiempos!), recitan sus versos en bares y librerías y
asisten a programas de radio y de televisión y a centros educativos
y a cafés, dando este valor nuevo e imprescindible a la palabra que
hoy, afortunadamente, se difunde sin límite y codiciosamente.
El fenómeno Elvira
continuará, porque cuando el viento sopla a favor y la nave es
poderosa, lo normal es que se surquen muchos mares y se visiten
muchos corazones, quiero decir puertos (¿o es lo mismo?). Y es que
"Contra el optimismo no hay vacunas", que decía Mario
Benedetti. Ni contra la verdadera juventud, ni contra la poesía,
añado.
(http://huelvaya.es/; 16-05-2014)
(http://huelvaya.es/; 16-05-2014)
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