No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


sábado, 5 de abril de 2014

Lectores


Probablemente se busca en la literatura o en el arte esa fantasía necesaria que la existencia de cada día no proporciona. O ese olvido. Pero parece que la obligación más común es mantenerse con los pies en la tierra y, por eso, se encomienda la tarea de soñar y de contar los sueños a los artistas, a los narradores y a los poetas. Seres humanos, al fin, que intentan convertir en oficio lo que muchas veces constituye su pura esencia.
Lo cierto es que la literatura, y el arte en general, tiene la delicada misión de dirigirse a una parte incompleta del conocimiento o de la sensibilidad, para convertirse momentáneamente en el yo auténtico. “Es la manera más agradable de ignorar la vida”, que escribía Pessoa; aunque, en ocasiones, no se pueda ser otra cosa que lo que se escribe, como apuntaba Virginia Wolf “Nada es real si no lo escribo”.
Entre los lectores y los encargados de dar forma para el consumo a estas emociones o historias suele existir una dependencia recíproca de curiosidad y envidia. Por una parte, en cada escritor hay un lector que lo forma y lo sustenta y, al mismo tiempo, una pregunta por el perfil verdadero de sus lectores. Por la otra, existe una frecuente admiración por quien es capaz de traducir los pensamientos propios en palabras y, por desgracia, alguna exploración sobre sus datos personales, como si se pudiera mantener todavía el dicho de dime cómo vives y te diré cómo escribes, o viceversa. Desde mi punto de vista, es una relación equivocada, porque de lo no cabe duda es de que el creador es un individuo complejo que intenta llevar al lector los exudados de su visión del mundo, pero si no recordamos que el artista lo es sólo cuando crea, nos encontraremos con enfoques viciosos, que nada tienen que ver con la literatura.

El Faro, 15/2/2006

No hay comentarios:

Publicar un comentario