No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


viernes, 31 de enero de 2014

Esperpentos


Cuando vi por vez primera el cuadro de Carreño de Miranda titulado La monstrua me sentí desconcertado. Allí estaban el arte y el espanto, la admiración y la pena. Poco después, la televisión andaluza me dio la oportunidad de volver a notar algo parecido. Otra vez los horrorosos exhibían sus malformaciones, aunque sin arte. Eran como el niño de Vallecas, o el bufón Calabacillas, con sus imágenes disparatadas, pero sus creadores no habían sido Diego Velázquez ni Carreño, sino alguien que les consiguió un empleo, como en una barraca de feria, solo que en televisión.
Aquel antiguo loco ha seguido mezclando el disparate con el talento y, seguramente, hizo y hace pensar y ayudó humana y socialmente a sus criaturas, siempre menos que ellos le ayudarían a él.
No ocurrió así en las demás televisiones: Los imitadores descubrieron el filón de los raritos y, lo que es más grave, se inventó el oficio muy rentable de televisionero o mendigaprogramas. Los antaño “medios de comunicación de masas” perdieron la razón o la dignidad -o ambas- y ya no fueron capaces de controlar el aluvión enfurecido que pedía carne, cristianos a los leones y gladiadores a la palestra. Todo era falso, sí, pero producía grandes beneficios, porque había y sigue habiendo un público que necesita ese circo para evadirse, probablemente de sí mismo, o para reconocerse ante el espejo y, ahora, también, más de una camada que por exhibicionismo o necesidad es capaz de potenciar sus perversiones o inventárselas.
Todo es tan falso como los programadores, presentadores, contertulios, consejeros y demás cínicos, que les rascan las entrepiernas con una mano mientras extienden la otra para recoger los dividendos de la publicidad, sin reparar en la dosis de crueldad ni de ordinariez.
En El Prado, después de aquella sala venía otra diferente y se podía volver a la belleza; en la televisión es más difícil, los espacios se imitan unos a otros y los monstruos hacen cola en las puertas de los estudios, de manera que al espectador solo le queda el abandono, porque a continuación vienen las guerras, las corruptelas y la política más deforme, esperpento o no, sobre las que se les miente también.
JUAN ANDIVIA GÓMEZ
(Adaptación de mi artículo “Raros”, publicado en “El Correo de Andalucía”, el 08/04/2003)

No hay comentarios:

Publicar un comentario