No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


martes, 21 de mayo de 2013

Censuras

Corrían los años setenta e intentábamos recitar en la radio “Caballero solo”, un poema que Pablo Neruda incluye en Residencia en la tierra, pero nos desautorizaron el guión. Claro, nos decían, claro que ese libro está en los establecimientos locales, pero esas publicaciones de Losada no las lee nadie y esta emisora se oye en toda la provincia; acaso no es bastante que habléis siempre de los mismos poetas rojos. Por lo visto, era bastante. Callaron las “palpitantes ostras amorosas” y, más tarde, Franco murió, sus censores cambiaron de papeles y, curiosamente, seis lustros más tarde, los enamorados siguen gustándose cuando callan, pueden escribir los versos más tristes cada noche de desamor y el general sigue sin levantarse.
En el poema se narraba lo que los seres humanos hacían en 1925 y han hecho siempre, aunque para revivirlo, había que ir a comprar la obra, decidir leerla y, por supuesto, hacerlo en la intimidad. Con la prohibición, no consiguieron que dejáramos de crecer con Neruda y que la celebración de su nacimiento congregue hoy a los amantes de la poesía de todas las edades.
Los libros de poemas no escandalizan ya a nadie, aunque se griten, porque los escándalos están en otra parte que únicamente la verdadera censura, que es la personal, puede evitar. De nada vale quejarse de una moral colectiva que no existe, o pedir que, en vez de ideas políticas, se desautoricen ahora otro tipo de guiones, porque la zafiedad es también una manera de pensar el mundo.
Desde mi punto de vista, la única moral posible es la individual y esa otra que se nos quiere imponer como colectiva es, sencillamente, una coincidencia de intereses. Así que dejemos la ceguera para las dictaduras y empecemos a asumir el gozoso coste de la libertad.


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