No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


miércoles, 22 de febrero de 2012

Antihéroes

El individuo Maradona lo fue todo en el fútbol, pero muy pronto dejó de ser un verdadero deportista para creerse, sin ningún respeto a sus seguidores, que vivir deprisa era vivir mejor. Como tantos futbolistas, resultó ser un ignorante y un zafio, escasamente dotado para vivir en sociedad, pero la fama alcanzada en su mejor época le ha servido para que se le sigan riendo las gracias durante años y no se haya tenido ni siquiera el valor de afearle su peor jugada, la de hacer trampas en el juego, en todos los juegos. Para mí no se trata de una leyenda, sino de otra historia de un drogadicto rico que nos ha condenado a verle decrépito y hundido, como tributo carísimo a diez o veinte partidos que parecían de verdad.
Su recuerdo es el de un niño estúpido que no ha conseguido administrar sus virtudes y que, seguramente, no sabe que la vida es también muy bella con cincuenta, sesenta o setenta años y más; es la historia de un perdedor que no se ha querido enterar de la bondad del aire puro y de la lucidez. Sus galopes desde medio campo han sido sepultados por el testimonio de que la droga mata y de que, hasta ese momento, deforma, hace dependiente y anula. Es un antihéroe, alguien que no supo ser el mejor y al que conviene olvidar para no perjudicar más todavía a ese fútbol de tantas miserias. La persona o lo que queda de ella me apenan y ahora, más que nunca, insisto en que prefiero emular a los que son capaces de vivir cada día con la única ayuda de sus facultades y de los bienes que han alcanzado con esfuerzo.
El despilfarro de Diego me recuerda la frase de Groucho Marx a un camarero: “Hoy no tengo tiempo para almorzar. Traiga la cuenta”. En el caso del pelusa, el restaurante ha sido su propia vida y, lamentablemente, hace ya tiempo que no queda nada que admirar.



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