No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


miércoles, 2 de junio de 2010

De letras

Me dicen que ya no se busca al tecnócrata cuyo bagaje cultural no va más allá de los cálculos precisos para su trabajo, sino que se tiende a un perfil más humanista y menos restrictivo. No he discutido la afirmación, sobre todo por la buena voluntad de mi interlocutor y por si él mismo entendía que se encontraba en ese nuevo grupo. Desde luego, no creo que las generaciones de las carreras exclusivamente de ciencias hayan cambiado nada su concepción del mundo; más bien al contrario. No les han ayudado los respectivos diseños curriculares, los itinerarios y la orientación utilitaria de la sociedad. Ni les han ayudado las exigencias de unas facultades que han equiparado su reputación al número de suspensos. Tampoco los de letras, arrastrando un absurdo complejo de improductividad, han cambiado mucho.
Unos y otros han perdido un prestigio que ha pasado a los futbolistas y a las personas públicas, ampliamente entendidas. Los medios de comunicación se han empeñado en destacar los pelotazos por encima de la creación o el descubrimiento; y lo han conseguido, entre otras razones, porque a mayor incultura más indiscriminada televisión.
Los valores se adquieren antes de elegir las asignaturas optativas, en la familia, en el entorno social y con el empleo particular del ocio. Siempre ha habido quienes han hecho compatibles su ciencia y la calidad inesperada que puede aportar a sus vidas la Historia, la Filosofía, el Arte, la Literatura y todas las cosas inasibles. Porque lo que parece seguro es que no hay dos mundos o, si los hay da igual, porque los dos pueden ser vividos por todas las personas, hayan sido o sean de letras o de ciencias. Se trata, en realidad, de valorar la formación completa, la inteligencia verdadera; la capacidad por encima de las exclusiones y los prejuicios.


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