No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


martes, 7 de junio de 2005

La convivencia

Convivo en una ciudad multilingüe, multirracial y multicultural con las gentes de los distintos países que pueden llegar hasta ella. Me encuentro con costumbres y ritos diversos, velos, cruces, rastas y rapados. Alguna vez, hablo con futboleros, garrulos, ejecutivos, skateboard, heavies, hippies, lolailos, okupas, punks, rockers, maquineros y siniestros varios. Vivo y dejo vivir. No comparto eso que ellos también llaman sus estéticas y, como es natural, tengo la mía. Ni me molestan, ni me ofenden como colectivos, sino que me agradan porque, al igual que con los inmigrantes, sigo pensando que en las mezclas se encuentra la riqueza, pero mire usted por dónde, en Sevilla, primavera del año en curso, en un conglomerado de centros comerciales y un sábado de junio por la tarde, el olor a sudor y lo que parece una nueva opción hacen tambalear lo que entiendo por tolerancia. No son cadenas, collares, ropa vieja, metales, ni colores; no son actitudes, sino ausencias, negaciones, abandono y falta de higiene. No es vestir de una manera determinada, sino carecer de norte y no entender las palabras prójimo y respeto. Tienen cualquier edad, no son marginales, o al menos, no exclusivamente, llevan bañadores, chanclas, camisetas y hasta un bikini. Y van a lo mismo que yo, a tomar un café, a comprar y a no comprar, incluso a una librería.
Me estaré haciendo viejo, pero no encuentro excusas para salir a compartir un espacio que no es privado sin lavarse, con atuendos playeros y, además, en un lugar que no tiene costa ni infraestructura balnearia, ni nada que lo justifique. La única explicación que se me ocurre es la nula, la mala educación de esos “marujones” del día, el odio a las normas, la inconsciencia, la estulticia y la victoria segura del peor gusto.

El Correo de Andalucía, 07/06/2005

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