No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


miércoles, 4 de mayo de 2005

El niño que yo fui

Descubrí la frase: “Yo sólo soy lo que elijo” en medio de un guión con pretensiones de novela o, mejor, en medio de una novela que no era más que un guión, ni siquiera sé si bueno o malo. Y me detuve a pensar que era cierto, que somos lo que nos gusta, un conglomerado de preferencias, de opciones y oportunidades, con lo que vamos configurando una personalidad humanamente impura.
Ocurre cuando se decide trabajar en lo que interesa o en lo que seduce, cuando se decide convivir como objetivo o, sencillamente, vivir; cuando se ocupa el tiempo libre y, sobre todo, cuando se planean las vacaciones, el aspecto más recurrente de estos días. En ellos, no se trata de escoger entre el mar, la montaña o la ciudad, ni entre un viaje, el alojamiento rural o la nueva red de haciendas, que está de moda, sino de optar por encontrarnos con nosotros mismos.
El cómo y el dónde es lo que caracteriza a la Navidad; por eso, a pesar de las alternativas anteriores, el denominador común es volver a la infancia, no entre los tópicos, o al menos no exclusivamente, sino con el descubrimiento de lo que queda de nuestra esencia o, por aproximación, de lo que queda de aquel niño que fuimos. Se vuelve al lugar de nacimiento, se recuerdan calles y plazas, pregones y alimentos, pero lo se persigue es ser otra vez el hijo, el nieto; regodearse en el recuerdo.
La elección, la huida, o lo que aceptamos sin resistencia, expresa quiénes somos en realidad; y los deseos incumplidos quiénes querríamos ser. Por eso, habría que matizar la frase del principio: Somos lo que nos dejan elegir que, como en el caso de la imagen, no siempre coincide con lo que deseamos; y afirmo con Neruda “¿dónde está el niño que yo fui? / ¿por qué anduvimos tanto tiempo / creciendo para separarnos?

El Correo de Andalucía, 04/05/2005

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