Me
había propuesto no escribir sobre Memoria
de mis putas tristes;
pensaba que no aportaría nada, que sería reiterativo. Y, a pesar de
que sigo pensando lo mismo, me enfrasco en esta columna encomiástica
hasta la veneración, para actuar como contrapunto a la memez y al
desacierto de quiénes pueden impedir su lectura con la inconsciente
exhibición de su ineptitud o su ceguera.
Seguramente
hasta habría soportado, inmutándome sólo un poco, el artículo de
una periodista consorte de periodista que, sin entender nada, arrojó
su opinión tiznada de prejuicios, como si se pudiera, todavía,
criticar un argumento por indecoroso, si éste lo fuera, sin
detenerse en los gozos de la forma. Y habría callado, después de
haber oído comparar precio y volumen, pero la complicidad de muy
buenos lectores, que han calificado el relato de delicioso, la
constatación de que
el tributo a Kawabata es evidente en el epígrafe inicial y el
recuerdo de que ”El avión de la bella durmiente” lo escribió
García Márquez en junio de 1982, meses antes de la concesión de su
Nobel y lo recogió diez años después en Doce
cuentos peregrinos,
han sido suficientes para que manifieste mi admiración por esta
pequeña muestra del arte de narrar.
Como
ya ha dicho Álvaro Mutis, es una continuación, “uno tiene la
impresión de que él sólo ha escrito un libro en diversos
capítulos, con diversos títulos”. Y se refiere, sobre todo, a la
relación entre el protagonista nonagenario y Florentino Ariza,
de El
amor en los tiempos del cólera.
Independientemente
de las recurrencias temáticas, el texto alcanza un nivel altísimo
en las descripciones y en el mimetismo con las variedades
lingüísticas de la zona. “La moral es un asunto de tiempo”,
puede leerse; a lo mejor olvidar las ñoñerías, también.
El
Correo de Andalucía,
07/12/2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario