Con
la excusa de presentar el libro de José Enrique Salcedo, Magia y
verdad de Bécquer, me he adentrado en las innumerables alusiones
esotéricas que encierran las obras del poeta sevillano.
Frecuentemente, mi curiosidad queda solapada por otros elementos de
la crítica literaria, pero la ocasión merecía detenerse en algunos
aspectos como la concepción cristiana de Bécquer, que le hace
escribir Historia de los templos de España, matizada por su
cercanía a la gnosis, el plotinismo y otras ideas y religiones,
obviamente heterodoxas; y su cercanía al ocultismo. Parece que
Manuel de Assas, profesor de sánscrito en la Universidad Central de
Madrid, que le ayudó en la obra citada y Juan de la Puerta Vizcaíno,
codirector del proyecto, pudieron hacerle llegar la información
necesaria sobre el hinduísmo y la cábala hebrea; y que Luis
González Bravo, el ministro que le protegía y que le nombró censor
de novelas, masón relacionado con los rosacruces, le transmitiría
alguna información.
Lo
cierto es que, además de las lecturas de los grandes autores de la
época y de los volúmenes de la biblioteca de su madrina doña
Manuela Monnehay, Bécquer profundizó en estos temas y, sin duda, le
influyeron en la introspección psicológica de sus Rimas y en
el mundo etérico y fantasmagórico de las Leyendas.
Sé
que los románticos eran así, y que no parece tan extraño que Maese
Pérez tocase el órgano después de muerto, una vez conocidas las
novias de ultratumba de don Félix de Montemar o de don Juan, pero
ahora recuerdo que cierta parte de la sociedad hispalense de la época
se negó al traslado a la Catedral de sus restos y, ya puestos, que
exactamente a los treinta minutos de su muerte, el 22 de diciembre de
1870, se produjo en Sevilla un eclipse total de Sol.
El
Correo de Andalucía, 30/03/2004
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