No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


sábado, 2 de enero de 1999

Sobre aquellos "Instantes" de Borges

 LAS LECCIONES DEL CIEGO GENIAL

La intención era la de tantas vacaciones, ordenar citas y recortes, que están bien como están, desordenados y localizables, como las cosas que no pesan en la memoria. Y, entre papeles, me encontré con el poema “Instantes”, escrito por Jorge Luis Borges, cuando era muy anciano, muy ciego y muy sabio. La transcripción no era buena, la copia defectuosa y el texto riquísimo.
“Si pudiera vivir/nuevamente mi vida”, comenzaba. Y se proponía, para su vida nueva, cometer más errores, ser menos perfecto, relajarse más, ser más tonto de lo que había sido, tomarse las cosas con menos seriedad, correr más riesgos, contemplar más atardecederes, hacer más viajes, subir más montañas, nadar más ríos, comer más helados y menos habas, tener más problemas reales y menos imaginarios. Y añadía en prosa:
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir, comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Esta prosa que no lo parece -probablemente no lo es- encierra los propósitos del maestro argentino para el año nuevo, cuando se cumplen cien años de su nacimiento, en Buenos Aires. Intenciones surgidas de la decepción y del análisis de toda una vida llena de actividad intelectual y de rendimiento.
Lo importante de la vida no son el éxito y la sensatez profesionales, ni siquiera el triunfo reconocido -Borges compartió con Samuel Beckett el premio Internacional de Literatura (el Prix Formentor), concedido por el Congreso internacional de editores, en 1961, y fue (ex aequo con Gerardo Diego) premio Cervantes de 1980- sino que, para el autor de El Aleph, el descanso, el contacto y la contemplación de la naturaleza, el cultivo de los sentidos, además de la mente, los niños tanto como los sesudos interlocutores, los placeres que proporcionan alegría y placer gastronómico, la sencillez, son lo que quisiera vivir en esa nueva vida que, en verdad, no esperaba.
Quien inventó seres imaginarios y creó obras de cientos de páginas que eran resumidas en un relato corto por sus también creados autores, quien mintió a todos como lo hicieron Edgar Allan Poe y, después, Julio Cortázar, Italo Calvino, Silvina Ocampo, Bioy Casares o Ernesto Sábato, el narrador universal de la infamia, prefiere los momentos, el ahora: “Si no lo saben, de eso (sólo) está hecha la vida”.
Como poeta se acercó más a la metafísica. Su poesía lírica le viene de los anglosajones, de Yeats, de Keats. Profesa en Quevedo y vive la esquizofrenia de pensar en inglés, mientras está creando un castellano nuevo, dice Francisco Umbral en su particular Diccionario de Literatura.
No obstante, prepara su próximo viaje sin paraguas, sin paracaídas y sin bolsa de agua caliente, porque el objetivo es andar más liviano. No hay que crearse, ni creerse, problemas -dice el autor de Ficciones-, sino sustituirlos por los problemas reales y no intentar ser perfecto.
Como propósitos del año nuevo, me parece un equipaje lleno de vitalidad para quien, octogenario, se disponía a vivir 1984.
En Europa el recién nacido euro quiere acaparar todas las ilusiones, quizá sea el momento de buscar entre los papeles de cada escritorio por si alguna palabra de algún viejo ciego y sabio nos hace volver la mirada hacia lo que verdaderamente importa. Jorge Luis Borges, dixit.

                                                   Diario de Andalucía, 02/01/1999

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