No quiero que te vayas
dolor, última forma
de amar.

Salinas, P: La voz a ti debida, 1933


martes, 9 de mayo de 2023

Y NO TIENE PLUMA

Recientemente se ha vuelto a publicar la razón del nombre de la avenida de Kansas City y, brevemente, las historias del hermanamiento de esta ciudad americana con Sevilla y de la estatua del indio que la preside. 


Pero este dos de marzo, mi amigo Miguel Ángel Morillo Gotor se había adelantado a esas explicaciones en uno de los relatos que, de vez en cuando, me manda, incidiendo en un detalle no menor que no me resisto a ocultar, por lo que transcribo casi literalmente sus palabras.

Resulta que, como es sabido, el ayuntamiento de Sevilla dio este nombre al tramo urbano de la autovía de Madrid y, en 1992, después de la Exposición Universal, la corporación de Kansas City regaló a Sevilla una escultura en bronce que se había mostrado en el pabellón de Estados Unidos, que representa a un explorador sioux, réplica a escala menor de la original que luce en uno de los parques de la ciudad americana, obra de Edward Buehler Delk. Allí, una pequeña Giralda y un pequeño explorador aquí. Pero, desde hace tiempo, luce con un fallo que, por lo visto, nadie pretende reparar.


Verán, para los nativos sioux, sobre todo de las praderas centrales, la pluma era un símbolo importante de su estilo de vida; aunque con más moderación que la que se mostraba en las películas de Hollywood, se usaba para representar la libertad, la sabiduría, el honor, la confianza o la fuerza y se entregaba como un reconocimiento a cualquier acto que mereciera la consideración del pueblo. El mayor aprecio lo tenían las plumas de águila calva, porque al ser el ave que volaba más alto se le atribuía una mayor conexión con los cielos. Las plumas podían indicar una posición en la jerarquía del pueblo o una dedicación especial dentro de la tribu. Los exploradores llevaban como un distintivo de su noble oficio una pluma llamada La Ondeadora”, que colocaban bien alta para hacerla visible desde lejos cuando se acercaban al campamento a rendir informe.

Y claro, comparando el explorador de Kansas City con el de Sevilla, la diferencia no es solo de tamaño, sino que el nuestro no tiene pluma. La perdió hace tiempo y no a manos de un feroz guerrero Pawni o Cheyenne, que de paso le hubiera arrancado la cabellera, ni siquiera a manos de un sargento del Séptimo de Caballería, sino por obra de un gamberro incivil que, a la vuelta de una noche de botellón o celebrando una victoria de su equipo, se encaramó en el pedestal de la estatua y se la arrancó a fuerza de tirar y retorcer. La pluma seguramente la tendrá el vándalo que la robó en su cubilete de bolígrafos medio gastados u olvidada en el bolsillo de su vieja cazadora, la exhibirá de vez en cuando como una gracia o hasta puede que la misma noche del ultraje la arrojara a la cuneta más próxima. 

No recuerdo desde cuándo luce nuestro indio desplumado; me cuentan que el acto del desplume se repitió varias veces, hasta que la autoridad competente se dio por vencida y lo dejó así, deshonrado, únicamente oteando el horizonte.

Digo yo que parece una obligación de cortesía con Kansas City, la ciudad que la regaló y un acto de justicia y desagravio con nuestro Tonweya (nombre que da Ruth Beebe Hill al protagonista de su saga "Hanta Yo", sobre la vida de dos familias indias, miembros de la banda Mahto de los Teton Sioux, antes de la llegada del hombre blanco), que debe recuperar cuanto antes su Ondeadora, para que vuelva a custodiar con toda dignidad esta gran avenida, quizá desde una nueva atalaya, esta vez inaccesible.



                       sevillainfo.es, 9/5/2023

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