Nos estamos acostumbrando
a todo. Una semana son las violaciones, otra los abusos y la
siguiente la corrupción. Vemos aparecer en los medios a los ladrones
confesos que acusan a otros ladrones presuntos, nos enseñan el
rostro del maltratador, nos hablan de bulling, de maneras de
ascender en el mundo del espectáculo (que es lo único que sabíamos
y que no nos sorprende, como si esas personas fueran diferentes por
haberse dedicado a eso que, después, nos hará tan felices), hablan
de campañas, programas, educación y educación. Pero la realidad es
que seguimos con nuestro humor y con nuestra indiferencia.
Cuando cae alguien de
esta pequeña casa que va desde de los Pirineos a Gibraltar lloramos
levemente su pérdida, o recordamos al ministerio o al organismo que
corresponda que tome sus medidas; cuando cae el policía, desviamos
la mirada hacia la necesidad de intervenir o no. Si la víctima es un
niño, escrutamos a los maestros, sin pararnos en pensar si esa
portería estaba en buen estado, si esa comida era la adecuada o si
había personal suficiente. Y si los muertos, sí muertos (como los
compatriotas), son mujeres y hombres negros, famélicos y
desesperados la noticia no lo es o forma parte de una normalidad
terrible.
Se oyen a los de siempre
hablar de ahorro, sin querer acordarse de que para poder ahorrar hay
que cubrir antes las necesidades básicas, nos dicen que el fondo de
las pensiones se vacía, que hay más empleo, los partidos políticos
se convierten en más gregarios de lo que ya eran, telecinco sigue
humillando a media España, como mínimo, la banca sigue ganando y
las discusiones van, a través de las portavozas, sólo sobre
conceptos: presos políticos o no, sexismo lingüístico,
inauguraciones, parlamentarismo inicuo, monumentos. Y censuran el
arte y se nos muere Forges.
¿Qué fue de la memoria
histórica? ¿Se recuperará el dinero robado por los Pujol,
valencianos, Bércenas, madrileños y andaluces? ¿Existen Palestina
e Irak? ¿Y Siria, qué pasa con Siria?
El dolor no tiene
fronteras y la conciencia tampoco debería tenerla. Los seres humanos
que nacieron en Gaza o en Damasco no son diferentes de nosotros. Es
más, se cree que por allí cerca anduvo el paraíso terrenal. Pues
vaya compensación, vaya castigo. Maldita manzana.
Una frase humorística es
que los políticos están para arreglarnos el mundo y fijémonos
adónde hemos llegado que todo lo anterior parece tópico, repetido y
nada original.
Pues la peor noticia es
que es que estamos en lo cierto.
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