Parecía obvio: En las
elecciones, cuando uno deposita su voto, piensa que aportará a esa
formación política el granito de arena necesario para que gobierne
y, muy frecuentemente, vota en contra de alguien. También están
quienes no confían en quienes creen conocer y se decantan por
opciones de poca representatividad, pero afines. Generalmente, no se
vota pensando en una posible alianza, ni en un bloque de izquierdas o
de derechas; en todo caso, se acepta una posterior alianza con
quienes permitirán desarrollar un programa.
No es verdad, por tanto,
que los españoles hayamos dado ese mensaje de que los políticos se
tienen que poner de acuerdo; no es verdad. Cada uno ha votado a cada
cual y luego ha resultado lo que ha resultado, qué se le va a hacer.
Dado que los medios de
comunicación son el púlpito de nuestras misas laicas, la aparición
de diagnósticos acertados ha propiciado que las fuerzas dominantes
no sean dos, sino cuatro; pero eso no significa que deban
arreglárselas entre ellas. Repito que quien votó al pepé desea que
gobierne el pepé y quien votó al pesoe, quiere que lo haga el
pesoe: Parecía obvio.
Sin embargo, siguen con
la tabarra de que uno, este último, debe apoyar al primero por
razones de Estado. Y los restantes, los podemos, las mareas y
compromís, esquerra y convergencia de Catalunya, bildu, el peneuve,
foro, upn y nuevacanarias, ¿no tienen también esa responsabilidad?
El mensaje que se está
mandando es que las once abstenciones o los seis apoyos que faltan
para obtener la investidura deben salir de los ochenta y cinco
diputados del partido socialista, pero no se habla de los noventa y
cinco restantes, ¿por qué? Parece obvio: porque, en contra de lo
que se dice, se sigue haciendo política de partido y no de país.
Y Ciudadanos apoya a
quien sea porque quiere transmitir que las derechas y las izquierdas
son cosas del pasado. Quizá lleve razón, pero temo tanto a quienes
tienen las soluciones para todo.
HuelvaYa.es, 30/8/2016
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