La
violencia machista ha tenido esta mañana una masiva contestación en
las calles de Madrid. Miles de personas, algunos líderes políticos
y diversos movimientos han rechazado estos asesinatos, a los que no
hay que ponerles ningún adjetivo.
Los
especialistas dicen que una economía cautiva y la dependencia
emocional favorecen o, quizás, condicionan la proliferación de
mujeres maltratadas. Se entiende que una mujer que no tiene
perspectivas, ni posibilidades, ni éxitos laborales decae
notablemente en su autoestima y, de la misma manera, quienes tienden
a la exclusividad en las relaciones, a la idealización de su bruto,
a la necesidad de una aprobación constante, a la subordinación, al
pánico a la ruptura y a la soledad son más propensas a convertirse
en víctimas. Comparto esta opinión de los expertos.
Ya se
sabe que lo primero que hace un maltratador es anular a su presa, por
lo que parece necesario observar este perfil común de las
damnificadas, una vez que el de los verdugos está muy claro:
machistas, desarraigados, cobardes, narcisistas y, a veces, con un
ridículo e injustificado mandamiento de que deben vengarse de la
sociedad (y el masculino es únicamente, por desgracia también,
cuestión de estadística).
La
observación de estos rasgos comunes no sería nunca un dato más,
sino el principio de un camino nuevo hacia la prevención y la
higiene mental que dificultarían la elección como pareja de estos
abusadores.
Una
persona que no se quiere lo suficiente, que argumenta aquello de que
es bueno en el fondo y que lo que pasa es que grita mucho, tiene
mucho carácter o es tosco, pero trabajador, se está moviendo en el
terreno apropiado para llegar a lamentarse muy pronto. Y la
información no habrá servido de nada si existen esos antídotos
irracionales.
Por
eso, ante estas manifestaciones que exigen que la prevención de este
desagarro sea un asunto de estado, propongo sobre todo que en las
familias, en las escuelas, en los foros, en los medios de
comunicación y en todas partes se fortalezca la formación de la
personalidad y se señale como sujetos tóxicos a quienes ya gritan,
controlan, persiguen y vigilan a sus parejas, antes que el
encumbramiento ingenuo, ciego e irresponsable del amor les coloque
una venda mortífera y definitiva.
HuelvaYa.es,
7/11/2015
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