Parece que, gracias a la
prensa digital, aquellas fidelidades a los medios de siempre se están
debilitando de tal modo que producen resultados contradictorios. Por
una parte, se han reducido las empresas, ya que el periodismo “de
papel” no ha resistido el empuje de internet, como tantas cosas;
siguen los más fuertes y los que sirven a otros intereses aunque, en
ocasiones, coincidan. Por otra, el partidismo y la exageración han
espigado, entre los lectores libres, quienes son capaces de comulgar
con sus ruedas de molino e incluso alardean de llevar en sus manos, o
bajo el brazo su abecé, el país o el mundo de toda la vida.
También se han producido
efectos positivos, como la profundización, el reportaje, la crónica
y la opinión, y no solo cuando hablamos de periodismo impreso.
Así las cosas, vamos
hacia la comunicación instantánea, que era patrimonio de la radio
en tiempos pasados, con todos sus beneficios y defectos formales y
estamos asimismo ante una literatura nueva que refuerza los
subgéneros que exigen escribir bien.
La libre expresión
repentina, ya sea por un “tuit” escapista o por una conexión
inesperada no queda exenta de los preceptos básicos de la correcta
comunicación y ha de ser, por tanto, coherente, adecuada y
respetuosa de las normas. La limitación de caracteres no puede ser
una excusa, ni la ausencia de un guion para el profesional, aunque el
particular pueda hacer de su capa un sayo y, para ellos, twiter ya ha
anunciado la ampliación de los ciento cuarenta en los mensajes
personales.
La mayoría de autores
que hoy conocemos y han pasado o pasarán a la historia de la
literatura cultivaron y cultivan el periodismo y, aunque también
emitan algún píopío, generalmente se prodigan en el periodismo
impreso y con calidad.
El uso de wikipedia o del
lamentable, hasta en el nombre, rincón del vago, no deben de ser más
que fuentes de aluvión que evidenciarán, poco a poco, su inmadurez
y dejarán paso a un conocimiento de pantalla, que no de hojeo, pero
que separará lo bueno de lo malo, lo auténtico de lo improvisado,
de la misma manera que se hacía antes, aunque con mayores
oportunidades.
Por tanto, la misión
educadora debe ser, más que nunca, la de enseñar a elegir, aunque
siempre haya debido ser así en los espacios de libertad.
Da igual leerse una buena
obra en un “ebook” o en un tomo (sin duda yo prefiero el tacto
del papel y el olor del libro y lo que representa), porque lo
importante es leer, que sigue siendo la mejor manera de viajar y de
volar.
Y no sirven las excusas
de que todo el mundo pone “k” por “que” y olvida las tildes
(o las desconoce): todo el mundo no; es más, hay quien utiliza las
redes para encontrar tecnología, literaturas, imágenes y
sensibilidades comunes, antes lejanas: Sí, y contactos, pero ya esto
es cuestión de prioridades.
HuelvaYa.es, 24/10/2015
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