Fíjense qué lección:
los catalanes independentistas perdiendo el tiempo en tonterías,
dejando de ver películas o de leer libros si no están en su lengua,
excluyendo, excluyéndose, sin gobernarse, sin rendir cuentas,
travistiéndose (véase CDC), contando que son lo que no son,
creyéndose sus mentiras, prometiendo un paraíso sin demostración y
pensando que todo lo que deben decir es verdad. Y nosotros, los
andaluces, asistiendo a la disolución de lo que fue un Partido
Socialista Andaluz; después, Partido Andalucista y, ahora, nada.
Los de Junts pel Si
convenciendo a la ciudadanía, que es de donde dicen que han nacido,
de que unas elecciones autonómicas son plebiscitarias, porque no hay
otra manera, diciendo que no se han ofrecido alternativas y que
cuando sean una nación seguirán siendo españoles, por aquello de
no perder beneficios. Mientras tanto, sin alharacas, los fundadores
de quienes defendían una identidad andaluza de tintes singularísimos
“abogando por una muerte digna”.
La verdad es que los
andalucistas han sido siempre la voz del pueblo andaluz y han tenido
aciertos y errores, como todo el mundo; lo que pasa es que esa voz
está ahora en otras formaciones que, excepto el PP y su moreno, han
comprendido que nuestra fuerza está en lo que hemos sido y en lo que
podemos ser y que el mensaje ya no es privativo, sino compartido.
Plural, comprensiva y, sobre todo, universal, Andalucía siempre ha
estado junta por el sí, ya que haber nacido aquí es un orgullo,
compatible con todos los demás.
El domingo, digan lo que
digan las urnas, Cataluña se habrá declarado más cateta, más
ignorante y menos ecuménica, ya sea en un sesenta o en un cuarenta
por ciento y, el resto, seguiremos pensando que o nos salvamos todos
o ninguno, que los problemas de los refugiados son nuestros problemas
y que defendemos a Dalí, la Caballé, Joan Margarit, Fortuny,
Buenafuente, Xavi e incluso a Piqué entre miles de seres humanos
que, con su talento, han aportado y aportan más calidad a nuestras
vidas, aunque sea a pesar de ellos mismos y a pesar de que no han
caído en que de haber nacido en una nacioncita de siete millones de
habitantes, sin reconocimiento, quizás no hubieran llegado adonde
han llegado, especialmente sin tener el genio natural que, por lo visto, tenemos los
andaluces.
HuelvaYa.es,
26/09/2015
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