La ideología no se
traduce en los presupuestos cuando los gobiernos dicen ser de
izquierdas, quizá porque por encima de las ideologías sigue estando
la economía y el mantenimiento de una estructura capitalista
imposible de desmantelar sin una revolución.
En las comunidades de
este color, se distribuye habitualmente de manera errática una
inversión que no apoya a al profesorado, haciéndole perder poder
adquisitivo de manera alarmante: exactamente entre un 44% y un 63%,
según su antigüedad y el cuerpo docente al que pertenezca (datos
sindicales, que pueden corroborarse con los protagonistas),
devaluación no comenzó en 2010, cuando el gobierno central era del
PSOE, sino antes, aunque una de sus fechas importantes fuera la de
mayo de ese año, cuando se le añadieron los despidos, el aumento de
la ratio de alumnos por clase y la ampliación de la jornada lectiva,
entre otras dificultades.
Ni entonces ni ahora
tienen los políticos de la llamada izquierda el valor suficiente
para decir en voz alta que ser maestro o profesor no es equiparable a
otros empleos, que creer que su trabajo es cómodo es demostrar una
ignorancia e insensibilidad que debería apartarles de cualquier
responsabilidad pública, que la nota de corte de la prueba de acceso
a la universidad para estas carreras sea de poco más de seis,
mientras que la de un podólogo está por encima del nueve es una
barbaridad (con todo mis respetos a los podólogos), que regalar un
ordenador a niños de diez años es una estupidez demostrada y no
digamos regalarles una tableta, como se pretende. Y no se puede
dividir el mantenimiento de los edificios entre ayuntamientos y
comunidad, ni considerar que un funcionario docente tiene casi
impunidad porque aprobó unas oposiciones, ni permitir que las horas
de matemáticas y lengua se inviertan en algo llamado alternativa a
la religión.
Sin embargo, si quienes
gobiernan no tienen inconveniente en llamarse de derechas -con la
amplia gama de eufemismos al añadirles la palabra centro-, las ideas
de segregación por sexos, con la consecuente injerencia de la
religión en la escuela; la privatización de la enseñanza, que
significa exactamente exclusión de quienes tienen menos recursos; la
anulación de la laicidad, o de la aconfesionalidad; el cierre de
itinerarios para los no inteligentes; la repetición de cursos que
aboga, según los estudios, al abandono; la elección inmadura del
futuro profesional; el desprestigio del profesorado, que se considera
un mero instrumento del verdadero líder, que es el emprendedor; todo
esto sí que se lleva a los presupuestos, porque en ellos se reduce
la inversión en educación y se abre el camino a las iniciativas
privadas, generadoras de ideologías, no igualitarias, precisamente.
Ante el panorama bipolar
que se presenta, parece muy necesaria una formación en valores
democráticos, desde los primeros años del aprendizaje y un
conocimiento del terreno de juego en que nos movemos, para que la
juventud no se olvide de que la política es su política y su voto
el granito de arena que pueden empezar a poner en su edificio futuro.
La renovación es
urgente: papas, reyes, secretarios generales y las bases pero, sobre
todo, la comprometida participación de la ciudadanía.
(HuelvaYa.es, 28/06/2014)
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